Quien lo ve ahora, logra ver a un hombre de 51 años alegre y apasionado por sus tres amores: su hija Daniela, su hijo Javier y la trompeta.
Sin embargo, hace tres años su mundo se desmoronó, se vio sumido en una tristeza profunda y en varios episodios depresivos, de los cuales salió con ayuda de una psicóloga.
En setiembre se cumplirán tres años desde que su exesposa se fue de su casa y lo dejó con la responsabilidad de mantener su hogar y conservar su trabajo pese a la tristeza, pues se marchó y le dejó a sus hijos.
Aunque, cuando todo ocurrió, Adolfo les preguntó a sus hijos si se iban con su mamá o se quedaban con él, ambos de 15 años la adolescente y 19 el joven, decidieron quedarse con su papá.
Su exesposa, la mujer que asegura amó y que lucha cada día por olvidar que la amó, anunció un día que se iba, se llevaría con ella el carro y se dejaría un lote, además, se llevaría algunas cosas de la casa. Ella se marchó un viernes.
Poco después de la separación y proceso de divorcio, se enteró de que su exesposa, con quien estuvo casado 23 años y un tanto más de noviazgo, mantuvo una doble vida marital durante 28 años, con el hombre con el cual actualmente convive.
Incluso, recuerda que él confiaba en ella y nunca la celó, excepto en una oportunidad, cuando vio algo extraño en la relación que mantenía su ex con el que era en ese momento su jefe, y quien resultó ser el amante.

“Básicamente mi historia es una historia muy dura, triste, una historia de muchas que se dan en estos días, en las cuales el flagelo del divorcio está causando disensiones familiares muy fuertes, muy grandes, es impresionante ver como muy fácil los matrimonios se disuelven, yo fui víctima de una traición que me costó un matrimonio de 23 años en su momento.
En setiembre cumplo tres años de que sufrí ese divorcio, de un momento a otro quedo yo como jefe absoluto de mi hogar, mis hijos toman la decisión de quedarse conmigo”, contó.
Su hija estaba por iniciar en un colegio vocacional y su hijo estudiaba en el Tecnológico de Costa Rica.
Los tres quedaron en shock con la noticia que dio la mujer, en especial Adolfo, quien asegura que él no se casó para divorciarse, por lo cual señala que fue siempre fiel.
“Hasta después de todo esto, viene la exesposa del tipo con el que ella andaba y me cuenta muchas cosas y ahí es donde saco la cronología”, añade.
Él empezó a levantarse a las 4:30 de la mañana, pues por el extenso horario del colegio de su hija debía alistarle frutas como merienda de media mañana, almuerzo y merienda para media tarde.
Mientras que, para su hijo, que llevaba a las 9 de la noche de la universidad, siempre le tenía comida lista para cenar.
Él asegura que apoyaba a sus hijos y ocultaba “la procesión” que llevaba por dentro, pues sufrió mucho la situación, inclusive lloraba las noches enteras para que sus retoños no se dieran cuenta.
“Al día siguiente como el payaso tradicional, contento, con fuerza, vámonos, y así, sucesivamente, pasaban los días y era así, 4:30 de la mañana y me acostaba a medianoche porque había que lavar, dejar algo preparado para el día siguiente, o en su defecto los quehaceres de una casa, entonces continuo con este proceso, aunado con las exigencias de mi trabajo”, recuerda.
Adolfo asegura que debía cambiar de chip entre su hogar y el trabajo, y tuvo que dejar de lado la música. Sin embargo, actualmente toca con la Banda de Egresados del Liceo de Costa Rica y tiene la fe de seguir adelante.
“El divorcio afecta de tal manera que solo cada uno sabe las consecuencias, las heridas y afectación tan letal que un divorcio le da a los integrantes de la familia, a todos, aún a la mamá que tomó la determinación de irse, ella sufre, sufre porque mi hijo actualmente no ha vuelto a ver a su mamá”, acotó.
Él recalca que a sus hijos les pegó muy duro el proceso, pero fueron valientes, y salieron adelante, concluyeron sus estudios con excelencia y ahora están trabajando gracias a sus técnicos medios, y ambos tienen planes de continuar cosechando éxitos con una preparación universitaria.
“Solo Dios sabe la procesión que yo llevaba por dentro porque estaba triste, porque sufría, muchas veces más por el daño que esta situación, principalmente la mamá, les hizo, porque la mamá se fue con otro, está feliz con otro, una persona que estuvo todo el tiempo en la casa y que me engañó a mí y se burlaron de mí. Un papá nunca quiere darles a sus hijos este trago amargo”, comentó.
Adolfo estaba en el suelo, pero él era el único bastión, por lo que luchó por sus hijos tratando de darles paz espiritual y mucho amor y, por ende, la obtuvo él como papá.
Su fuerza y capacidad para mantenerse en pie lo han llevado a cosechar todos sus éxitos y los de sus hijos, pues mientras él impulsaba a Javier y Daniela, se impulsaba a sí mismo.
Actualmente, Adolfo retomó su pasión por la trompeta, repasa sus conocimientos en la Academia de Trompetas de Guadalupe, y chinea a sus hijos, amándolos e impulsándolos para volar cada día más alto.
Escrito por Sharon Cascante
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